29 ene 2007

confesiones de un fin de semana

Hay ciertas (no se si muchas) ventajas en la soltería y la vida despreocupada que se puede dar uno solito, sin tener que responder por hijos o cualquier ser que dependiera de uno. La cuesta de enero se empezó a poner más y más cabrona con el paso de los días, y eso que he estado relativamente ocupado con chambitas y preparando presupuestos, pero para variar los pagos se tardan en salir y los proyectos en aceptarse. Desde la semana antepasada me dí cuenta que debia llevarmela con cuidado en mis gastos, y aunque tuve mis precauciones, para la llegada del fin de semana estaba básicamente en bancarrota (por enésima vez...). Como baldes de agua fria, el viernes me llamó una cliente potencial para "posponer" casi indefinidamente un proyectito y su consecuente pago; y otro cliente, un corporativo nada pobre, me anunció amablemente que mi pago pendiente aún no habia sido aprobado y que saldría la próxima semana. Pfff...

Aun así, tuve un fin de semana de lo más agradable. El viernes hubo una despedida para una amiga que se va a Brasil un mes. Sobra decir que cualquier pretexto es bueno aqui para juntarse a chupar. Acompañé a Layla, una de las anfitrionas, a comprar caguamas para compensar con trabajo mi falta de cooperación monetaria para la causa... ni modo, a veces no hay. Aparte tuve la fortuna de retirarme del lugar, aventón asegurado, en el momento más oportuno ya que la concurrencia estaba reciclándose digamos, y unos minutos más de estancia hubieran resultado bastante incómodos dadas las nuevas presencias. El sábado nos juntamos varios amigos desde temprano con la intención de ver Batman Begins (no fue idea mia, según una amiga que es buena película). Terminamos por ver una película de mi mini-colección que se llama Reconstrucción a media tarde, pero un poco inadvertidamente las chelas y el vino no dejaron de fluir de manera generosa. No fui el único que al caer la noche se dio cuenta del estado: "Apenas son como las 8 y ya ando bastante pedón.." pensamos cada quién en su conciencia. Y eso que nos la amortiguamos con unas rebanadas de pizza, única aportación mia en trabajo (de ir por ellas) y económica porque puse en ellas mis últimos $100 disponibles. Luego de una escala algo accidentada en un bar para jugar jenga y seguir consumiendo alcohol (quien iba perdiendo invitaba rondas de mezcal, tuve que disculparme y confesar mi quiebra a todos cuando casi se cae la torre de maderitas en mi turno), terminamos yendo al infame Café Central. Y yo que llevaba casi un mes bromeando medio en serio: "Mi único propósito de año nuevo es no volver a ir nunca a ese pinche lugar, a menos que haya un concierto o película interesante".

No se de qué dependa, es química. Hay veces que el cuerpo simplemente no quiere recibir alcohol más allá de un trago o 2. Sin ganas no hay continuidad de tragos. Sin continuidad no hay peda. Sin peda no hay euforia. Sin euforia y peda no bailo. Si no tengo ganas de beber, prefiero no salir hasta tarde, y esa habia sido la constante hasta este sábado. Wow. El sábado habia disposición en mi química corporal. Ni siquiera recuerdo qué música habia (seguro la misma mierda de cada fin de semana), solo se que para donde volteara habia una amiga guapa, de por lo menos 3 paises, dispuesta a bailar pegadito. Qué bueno que en la promiscuidad del baile no hay riesgos de contagio de nada porque eramos mucho(a)s en las mismas condiciones. En algun momento la borrachera toma control sobre uno y no hay de otra que pasársela bien. Obviamente sin hacer feo. Sigo ufanándome de que no me brota un alter-ego del cual avergonzarme cuando bebo.

Hubo incluso momentos que al dia siguiente resultaban borrosos en la memoria, sobre todo porque la cruda siempre estaba en primer plano. Con todo y eso el domingo también fue bastante placentero gracias a los mismos anfitriones de los 2 dias anteriores. No había visto Mulholland Drive y me soprendió bastante, al grado que hoy lunes en la mañana tuve sueños de tinte ultrasurreal.

Un abrazo y mi amplio agradecimiento a todos aquellos que patrocinaron mi fin de semana con vinos, chelas, cigarros, mezcales y compañía sobre todo. Aun se la puede uno pasar bien en Oaxaca cuando todo confluye armónicamente: el humor de uno, la tolerancia al alcohol y las compañías agradables. Seguiré pensando, sin embargo, que el Central es una basura (y me enorgullece un poco haberme colado sin pagar entrada); sin dejar de reconocer mi humana debilidad después de unos chupes...

Mañana recibo uno o (espero) dos pagos. Que alivio. No prometo que la solvencia temporal implique que la dosis se repita esta semana.

10 ene 2007

NOrMALidad

Una vez pasada la euforia navideña-lupe-reyes espera uno que las cosas "vuelvan a la normalidad", lo cual se medio contradice con los simbolismos que acompañan la celebración de llegada de un nuevo año: "propósitos", "nuevo comienzo", "año nuevo, vida nueva"... Porque entonces la normalidad es volver a la situación de vida prevaleciente hasta antes de las festividades, y la verdad entonces no quiero que todo vuelva a estar asi. Desafortunadamente, la parte más cruda de la normalidad sí existe, con todo y su infinita relatividad; y la cuesta de enero (no solo financiera) es buena muestra de ello: lo básico sigue igual.

De vuelta en Oaxaca despues de 12 dias siento que todo está muy "normal". La impresión de un turista recién llegado podría ser aquí no ha pasado nada, todo está bien, pero los que aqui vivimos (o al menos un servidor y otros cuantos) no nos creemos que el conflicto haya terminado. En general se respira más tranquilidad, claro, y conciencia de estar en un proceso de recuperación. Pero para aquellos que en determinado momento escogimos por gusto vivir en esta ciudad por la simple sensación agradable de estar aqui, hay algo muy abstracto que se perdió durante todo este desmadre. El Arq. Paco López acertadamente dijo "Dios ya se nos fue de Oaxaca". Yo tengo otra metáfora que he comentado en varias conversaciones, y a riesgo de volverme repetitivo prefiero escribirla y asi darle formal entierro:

Cuando llega uno a vivir a esta ciudad se está siempre consciente de que la escala es bastante reducida, lo cual tiene su lado encantador y su lado aterrador (pueblo chico....), pero que armónicamente se compensa(ba) con el flujo constante de personas. Y no me refiero sólo al turismo masivo que solia observarse siempre; estamos los fuereños que nos quedamos aqui por años o por meses, estan los oaxaqueños que se van y los que vuelven, amigos en visitas cortas, encuentros casuales de lo más sorprendente, etc... un sistema más o menos aleatorio de intercambio, muy enriquecedor, que según he escuchado ha sido así por mucho tiempo y no es producto de la promoción turística, aunque esto último también le abona. Una amiga me djo una vez algo como "dicen que Oaxaca siempre ha sido un gran manicomio, lleno de locos de todos lados".

Entonces, llega un conflicto de la magnitud del que se vive actualmente, y ¿que pasa? amigos que vivían aqui se van a otros lugares, los gobiernos de paises extranjeros advierten a sus ciudadanos no venir aqui, existe menos interés general de venir a esta ciudad por el motivo que sea. Ese vital oxigeno que proporcionaba el flujo constante de personas, de intercambio, de renovación, se ve interrumpido. La metáfora es que Oaxaca es como una pecerita, chiquita, a la que se le cortó la válvula de oxigenación que la mantenía muy viva. Sigue habiendo alimento, peces y agua, claro, pero esta última se va poniendo verde, se estanca y huele mal, todo se ve turbio, y se observa a los más débiles caer (negocios cerrados, gente que decide huir, etc.).

Claro que estas observaciones no se refieren a las cuestiones más importantes o trascendentes del conflicto en general. Pero a nivel personal, y sé que varios estarán de acuerdo, se conscientiza el porqué decidió uno vivir aqui. Veo un poco dificil que en medio año se recupere la normalidad de la vida aqui, con el encanto que originalmente se sentia. Y para mí personalmente medio año es mucho decir, no se si aguantaré tanto tiempo la sensación de estancamiento, porque no pinta como un terreno muy propicio para recuperar la normalidad de uno mismo (whatever that means). Eso si: la añoranza de bienestar definitivamente no es pre-decembrina.